La Divina Comedia

Así le dije a aquella misma luz

que antes me había hablado; y como quiso

Beatriz, fue mi deseo confesado.

No con enigmas, donde se enviscaba

la gente loca, antes de que muriera

el Cordero que quita los pecados,

mas con palabras claras y preciso

latín, me respondió el amor paterno,

manifiesto y oculto en su sonrisa:

«Los hechos contingentes, que no salen

de los cuadernos de vuestra materia,

en la mirada eterna se dibujan;

Mas esto no los hace necesarios,

igual que la mirada que refleja

el barco al que se lleva la corriente.

De allí, lo mismo que viene al oído

el dulce son del órgano, me viene

hasta mi vista el tiempo que te aguarda.

Como se marchó Hipólito de Atenas

por la malvada y pérfida madrastra,

así tendrás que salir de Florencia.

Esto se quiere y esto ya se busca,

y pronto lo han de ver los que esto piensan

donde se vende a Cristo cada día.

Se atribuirá la culpa a los vencidos,

como se suele hacer; mas el castigo

testimonio será de la verdad.

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