La Divina Comedia

CANTO XI

Por el extremo de un acantilado,

que en circulo formaban peñas rotas,

llegamos a un gentío aún más doliente;

y allí, por el exceso tan horrible

de la peste que sale del abismo,

al abrigo detrás nos colocamos

de un gran sepulcro, donde vi un escrito

«Aquí el papa Anastasio está encerrado

que Fotino apartó del buen camino.»

«Conviene que bajemos lentamente,

para que nuestro olfato se acostumbre

al triste aliento; y luego no moleste.»

Así el Maestro, y yo: «Compensación

—díjele— encuentra, pues que el tiempo en balde

no pase.» Y él: «Ya ves que en eso pienso.

Dentro, hijo mío, de estos pedregales

—luego empezó a decir— tres son los círculos

que van bajando, como los que has visto.

Todos llenos están de condenados,

mas porque luego baste que los mires,

oye cómo y por qué se les encierra:

Toda maldad, que el odio causa al cielo,

tiene por fin la injuria, y ese fin

o con fuerza o con fraude a otros contrista;

mas siendo el fraude un vicio sólo humano,

más lo odia Dios, por ello son al fondo

los fraudulentos aún más castigados.

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