El Zarco

Capítulo 25. El albazo

A pocos días de esta entrevista y en una mañana de diciembre, templada y dulce en la tierra caliente como una mañana primaveral, el pueblo de Yautepec se despertaba alborozado y alegre, como para una fiesta.

Y en efecto, esperaba una fiesta; no una fiesta religiosa, ni pública, sino una fiesta de familia, una fiesta íntima, pero en la que tomaba parte la población entera.

Nicolás, el honradísimo herrero de Atlihuayan, se casaba con la buena y bella Pilar, la perla del pueblo por su carácter, por su hermosura y sus virtudes.

Y como sabemos, estos dos jóvenes eran muy amados por sus compatriotas.

Así es que festejaban su enlace con toda solemnidad. Desde muy temprano, desde que la luz del alba había extendido en el cielo, limpio de nubes, y sobre las montañas, las huertas y el caserío, su manto aperlado y suave, los repiques a vuelo, en el campanario de la iglesia parroquial, habían despertado a los vecinos; la música del pueblo tocaba alegres sonatas, y los petardos y las cámaras habían anunciado la misa nupcial.

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