El Zarco

Capítulo 11. Antonia

Doña Antonia había dormido mal. Después de su primer sueño, que fue tranquilo y pesado, los múltiples ruidos de la borrasca acabaron por despertarla. Agitada después por diversos pensamientos y preocupaciones a causa de su viaje próximo, comenzó a revolverse en su lecho, presa del insomnio y del malestar.

Parecíale haber escuchado a través de los lejanos bramidos del trueno, y de los ruidos de la lluvia y del viento entre los árboles, algunos rumores extraños; pero atribuyó esto a aprensión suya. De buena gana se habría levantado para ir al cuarto de Manuela a fin de conversar o de rezar un momento en su compañía: pero temió interrumpir el sueño de la niña, a quien creía dormida profundamente y acalenturada desde el día anterior.

Así es que, después de haber pasado largas horas en aquella situación penosísima, luchando con ideas funestas y atormentadoras, y con el calor sofocante que había en su cuarto y el que le producía la irritación de la vigilia; cuando oyó que el temporal cesaba, que los árboles parecían quedarse quietos, y que los gallos comenzaban a cantar, anunciando la madrugada y el buen tiempo, la pobre señora acabó por quedarse dormida de nuevo, para no despertar sino muy tarde y cuando los primeros rayos del sol penetraron por las rendijas del cuarto.

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