Corazón

El enfermero del Tata

CUENTO MENSUAL

EN la mañana de un día lluvioso de marzo, un chico vestido de aldeano, calado hasta los huesos y lleno de barro, se presentó en la portería del Hospital de los Peregrinos de Nápoles, con un fajo de ropa bajo el brazo, para preguntar por su padre. Llevaba una carta en la mano. Tenía una agraciada cara ovalada de color moreno pálido, ojos pensativos y gruesos labios entreabiertos, que permitían ver sus blanquísimos dientes. Procedía de un pueblecito de las cercanías de la ciudad. Su padre había salido de casa hacía un año para ir a Francia en busca de trabajo, y había vuelto a Italia, desembarcando unos días antes en Nápoles, donde había enfermado tan repentinamente, que apenas le dio tiempo para escribir unas líneas a la familia anunciándole su regreso y su entrada en el hospital. Angustiada por tal noticia y no pudiendo moverse de casa por tener una niña enferma y una criatura en pañales, la mujer había mandado a Nápoles al hijo mayor para cuidar de su padre, de su tata, que es el nombre cariñoso que dan por allí los niños a los padres. El muchacho tuvo que recorrer diez leguas de camino.

 

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EL MUCHACHO TUVO QUE RECORRER DIEZ LEGUAS DE CAMINO

 

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