Corazón

El maestro está enfermo

Sábado, 25

AYER tarde, al salir de la escuela, fui a visitar a mi maestro enfermo. El trabajo excesivo le ha hecho enfermar. Cinco horas de lección al día, luego una hora de gimnasia, luego otras dos horas de escuela de adultos por la noche, lo cual significa que duerme muy poco, que come a escape y que no puede ni respirar siquiera tranquilamente de la mañana a la noche; no tiene remedio, ha arruinado su salud. Esto dice mi madre. Ella me esperó abajo, en la puerta de la calle; subí, y en las escaleras me encontré al maestro de las barbazas negras, Coatti, aquel que mete miedo a todos y no castiga a nadie; él me miró con los ojos fijos, bramó como un león en broma, y pasó muy serio. Aún me reía yo cuando llegaba al piso cuarto y tiraba de la campanilla; pero pronto cambié, cuando la criada me hizo entrar en un cuarto pobre, medio a oscuras, donde se hallaba acurrucado mi maestro. Estaba en una cama pequeña de hierro, tenía la barba crecida. Se puso la mano en la frente como pantalla para verme mejor, y exclamó con voz afectuosa:

—¡Oh, Enrique!

Me acerqué al lecho, me puso una mano sobre el hombro y me dijo:

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