Lunes, 19
MI buen padre me perdonó una vez más, y me dio permiso para ir a la excursión que habíamos proyectado hacer el miércoles con el padre de Coretti, el vendedor de leña. Todos teníamos necesidad de respirar el aire de la colina.
Fue un placer. Ayer, a las dos de la tarde, nos reunimos en la plaza de la Constitución: Derossi, Garrone, Garoffi, Precossi, padre e hijo, y yo, con nuestras respectivas provisiones de fruta, salchichas y huevos duros; también llevábamos cantimploras y vasitos de hojalata. Garrone llevaba una calabaza con vino blanco; Coretti, la cantimplora de soldado de su padre, llena de vino tinto, y el pequeño Precossi, con su inseparable blusa de herrero, tenía bajo el brazo una hogaza de pan de dos kilos.