Lunes, 10
POR la tarde nos reunimos todos por última vez para conocer el resultado de los exámenes y recoger las cartillas con las correspondientes calificaciones.
La calle estaba llena de padres, que también habían invadido el amplio zaguán. No pocos entraron en las aulas, empujándose hasta la mesa del maestro. En la nuestra ocupaban todo el espacio que hay entre la pared y los primeros bancos.
Entre ellos vi al padre de Garrone, la madre de Derossi, el herrero Precossi, Coretti, la señora Nelli, la verdulera, el padre del albañilito, el de Stardi y muchos otros que no conocía. Por todas partes se percibía un murmullo y se oía hablar como cuando se está en una plaza.
Entró el maestro y guardamos completo silencio. Llevaba una lista en la mano y empezó a leer seguidamente:
—Abatucci, aprobado, 6,6; Archimi, aprobado, 5,5; el albañilito, aprobado; Crossi, aprobado… —Luego añadió con voz fuerte—: Derossi Ernesto, aprobado, 7,7 y primer premio.
Todos los que estaban presentes y le conocían, gritaron:
—¡Bien por Derossi!