La historia de Simbad el marino

Bajo felices auspicios comenzó, en efecto, nuestra navegación. En todos los, lugares que abordábamos hacíamos negocios excelentes, a la vez que nos paseábamos e instruíamos con todas las cosas nuevas que veíamos sin cesar.

Y nada, verdaderamente, faltaba a nuestra dicha, y nos hallábamos en el límite del desahogo y la opulencia.

Un día entre los días, estábamos en alta mar, muy lejos de los países musulmanes, cuando de pronto vimos que el capitán del navío se golpeaba con fuerza el rostro, se mesaba los pelos de la barba, desgarraba sus vestiduras y tiraba al suelo su turbante, después de examinar durante largo tiempo el horizonte.

Luego empezó a lamentarse, a gemir y a lanzar gritos de desesperación.

Al verlo, rodeamos todos al capitán, y le dijimos: "¿Qué pasa, ¡oh capitán!?" Contestó: "Sabed, ¡oh pasajeros de paz! que estamos a merced del viento contrario, y habiéndonos desviado de nuestra ruta, nos hemos lanzado a este mar siniestro. Y para colmar nuestra mala suerte, el Destino hace que toquemos en esa isla que veis delante de vosotros, y de la cual jamás pudo salir con vida nadie que arribara a ella. ¡Esa isla es la Isla de los Monos! ¡Me da el corazón que estamos perdidos sin remedio!"

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