Los Lanzallamas

DÍA VIERNES

LOS DOS BERGANTES

Son las diez de la mañana.

Los dos hombres vistos a la distancia de veinte metros, parecen fugados de un hospital. Caminan casi hombro con hombro. Uno tantea con su palo los zócalos de las casas, porque le cubren la vista unas siniestras gafas enrejadas, con cristales que de frente parecen negros, y oblicuamente, violetas. Una gorra de chófer con visera de hule alarga aún más su cara flaca y escuálida, con puntos grises de barba. Además parece enfermo, pues aunque la temperatura es tibia se cubre con un macferlán imposible, a cuadros marrones y rojizos, cuyas puntas casi le tocan los pies. Sobre el pecho lleva un cartón donde se puede leer:

CIEGO POR EFECTO DE LOS VAPORES DEL ÁCIDO NÍTRICO

SOCORRED A UNA VÍCTIMA DE LA CIENCIA

El lazarillo del ciego se engalana con guardapolvo gris. Colgada a un costado, mediante una correa que le atraviesa oblicuamente el pecho, lleva una valija de viajero entreabierta. Se distinguen en el interior paquetes anaranjados, violetas y ocres.

Son Emilio y el sordo Eustaquio.

—¿Qué calle es ésta? —murmura el Sordo.

—Larrazábal…

—¿Está en el itinerario de hoy?

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