Meditaciones

El papel histórico del rey filósofo o, más sencillamente, del filósofo con actuación política, es arriesgado por la tensión perenne entre las urgencias de la praxis concreta y la abstracta ética filosófica. En el mundo romano podemos encontrar dos figuras políticas interesantes desde esta perspectiva: la del estoico Séneca, ambiguo y retórico, y la de este estoico emperador, cuyo rasgo distintivo es, como A. Puech afirmaba, la sinceridad. Todo eso justifica que, según el uso tradicional, anotemos los datos más notables de su biografía, precediendo al estudio de sus escritos.

Las Meditaciones comienzan con una evocación escueta de cuatro figuras familiares: la de su abuelo paterno, su padre, su madre y su bisabuelo materno. Son las personas que influyeron en la niñez y adolescencia del futuro emperador, y las primeras con quien él quiere cumplir una deuda de gratitud al recordarlas.

La más lejana de ellas es la de su padre, que murió cuando él tenía unos diez años. Por eso alude a «la fama y la memoria dejadas por mi progenitor». Y menciona de él «el sentido de la discreción y la hombría» (I 2).


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