EL señor y la señora John Knightley no se quedaron en Hartfield por mucho tiempo más. El tiempo no tardó en mejorar lo suficiente para que pudieran irse los que tenían que hacerlo; y el señor Woodhouse, como de costumbre, después de haber intentado convencer a su hija para que se quedara con todos los niños, tuvo que ver partir a toda la familia y volver a sus lamentaciones sobre el destino de la pobre Isabella… la pobre Isabella que se pasaba la vida rodeada de personas a quienes adoraba, ensalzando sus virtudes y sin ver ninguno de sus defectos, y siempre inocentemente atareada, podía considerarse como un verdadero modelo de felicidad femenina.