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CAPÍTULO XLIII

TUVIERON muy buen día para ir a Box Hill; y todas las circunstancias externas de preparativos, comodidad y puntualidad parecían anunciar una excursión muy agradable. El señor Weston fue el organizador, el intermediario entre Hartfield y la Vicaría, y todo el mundo llegó a su debido tiempo. Emma y Harriet iban juntas; la señorita Bates y su sobrina con los Elton; los hombres iban a caballo. La señora Weston se quedó con el señor Woodhouse. Sólo faltaba que una vez allí disfrutaran del día; recorrieron siete millas con la esperanza de divertirse, y al llegar hubo como un estallido general de entusiasmo; pero en conjunto, el balance del día dejó mucho que desear. Hubo una apatía, una falta de animación, una falta de unión que no pudieron superarse. En seguida se formaron grupos independientes. Los Elton paseaban juntos; el señor Knightley cuidaba de la señorita Bates y de Jane; y Emma y Harriet pertenecían a Frank Churchill. Y el señor Weston intentaba en vano conseguir que hubiese más armonía entre ellos. Al principio, la división en grupos parecía casual, pero de hecho no se alteró en ningún momento. Lo cierto es que el señor y la señora Elton no parecían muy dispuestos a alternar con los demás ni a mostrarse todo lo agradables que podían; pero durante las dos horas completas que pasaron en la colina reinó un espíritu tal de separación entre los demás grupos, demasiado fuerte para ser superado por ninguna buena intención, ninguna comida fría, ningún efusivo señor Weston.

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