Emma

Nada de todo aquello resultaba ni sorprendente ni muy interesante, y sólo llamó la atención de Emma cuando ésta lo relacionó con el caso que la preocupaba en aquellos momentos. Quedó impresionada pensando en el contraste entre los caprichos que podía permitirse la señora Churchill y la vida de Jane Fairfax; la una lo tenía todo, la otra no tenía nada… Y estuvo reflexionando sobre la diversidad del destino de ciertas mujeres, totalmente ajena a lo que tenía ante los ojos, hasta que se sobresaltó al oír decir a la señorita Bates:

—¡Ay, sí! Ya sé en lo que está pensando usted… el piano. ¿Qué vamos a hacer del piano? Sí, sí, es cierto. Ahora mismo la pobre Jane estaba hablando de esto. Hablaba con el piano y le decía: «Tendrás que irte de aquí. Tendremos que separarnos. Aquí ya no servirías para nada…». Y luego nos ha dicho a nosotras: «Pero no lo toquéis hasta que vuelva el coronel Campbell. Yo hablaré con él y ya se lo llevará; él me ayudará a resolver todos mis problemas…». Y aún hoy estoy convencida de que no sabe todavía si fue un regalo del coronel o de su hija.




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