Emma

Emma se vio obligada, pues, a pensar en el piano; y el recuerdo de todas sus antiguas suposiciones fantasiosas e injustas le fue tan desagradable, que no tardó en permitirse considerar que la visita ya había sido lo suficientemente larga; y, después de repetir todo lo que creía propio decir en cuanto a buenos deseos, que eran sinceros, se despidió.















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