Emma

El señor Elton llevaría el cuadro a Londres, elegiría el marco y se encargaría de todo lo necesario; y Emma pensó que podía arrollar la tela de modo que pudiese llevarla sin peligro y sin que ocasionase demasiadas molestias al joven, mientras que éste parecía temeroso de que tales molestias fueran demasiado pequeñas.

—¡Qué precioso depósito! —dijo suspirando tiernamente cuando le entregaron el cuadro.

—Casi es demasiado galante para estar enamorado —pensó Emma—. Por lo menos eso es lo que me parece, pero supongo que debe de haber muchas maneras distintas de estar enamorado. Es un joven excelente, y eso es lo que le conviene a Harriet; «exactamente, eso es», como él dice siempre; pero da unos suspiros, se enternece de una manera y gasta unos cumplidos tan exagerados que es más de lo que yo podría soportar en un hombre. A mí me toca una buena parte de los cumplidos, pero en segundo plano; es su gratitud por lo que hago por Harriet.




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