Emma

Harriet se ruborizó, sonrió y dijo algo acerca de su extrañeza de que hubiera quien pudiese interesarse tanto por ella. Evidentemente, le halagaba pensar en el señor Elton; pero al cabo de un rato volvía a conmoverse pensando en la negativa que había dado al señor Martin.

—A estas horas ya habrá recibido mi carta —dijo quedamente—. Me gustaría saber qué están haciendo todos… si lo saben sus hermanas… si él se siente desdichado los demás lo serán también. Confío en que esto no le afecte mucho.

—Pensemos en nuestros amigos ausentes que viven horas más felices —exclamó Emma—. En estos momentos quizás el señor Elton está enseñando tu retrato a su madre y a sus hermanas, y les está contando hasta qué punto es más hermoso el original, y después de habérselo hecho rogar cinco o seis veces consentirá en revelarles tu nombre, tu nombre tan querido para él.

—¡Mi retrato! Pero ¿no lo ha dejado en Bond Street?



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