Emma

—¡Es posible! Si lo ha hecho así es que yo no conozco al señor Elton. No, mi querida y modesta Harriet, puedes estar segura de que no llevará el retrato a Bond Street hasta un momento antes de montar a caballo para volver hacia aquí mañana. Durante toda esta noche será su compañero, su consuelo, su deleite. Le servirá para mostrar sus intenciones a su familia, para que te conozcan, para difundir entre los que le rodean los más gratos sentimientos de la naturaleza humana, la viva curiosidad y la calidez de una predisposición favorable. ¡Qué alegres, qué animados deben de estar! ¡Cómo deben de rebosar de fantasías las imaginaciones de todos ellos!

Harriet volvió a sonreír, y sus sonrisas se fueron acentuando.








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