Orgullo y prejuicio

CAPÍTULO II

El señor Bennet fue uno de los primeros en presentar sus respetos al señor Bingley. Siempre tuvo la intención de visitarlo, aunque, al final, siempre le aseguraba a su esposa que no lo haría; y hasta la tarde después de su visita, su mujer no se enteró de nada. La cosa se llegó a saber de la siguiente manera: observando el señor Bennet cómo su hija se colocaba un sombrero, dijo:

―Espero que al señor Bingley le guste, Lizzy.

―¿Cómo podemos saber qué le gusta al señor Bingley ―dijo su esposa resentida― si todavía no hemos ido a visitarlo?

―Olvidas, mamá ―dijo Elizabeth― que lo veremos en las fiestas, y que la señora Long ha prometido presentárnoslo.

―No creo que la señora Long haga semejante cosa. Ella tiene dos sobrinas en quienes pensar; es egoísta e hipócrita y no merece mi confianza.

―Ni la mía tampoco ―dijo el señor Bennet― y me alegro de saber que no dependes de sus servicios. La señora Bennet no se dignó contestar; pero incapaz de contenerse empezó a reprender a una de sus hijas.

―¡Por el amor de Dios, Kitty no sigas tosiendo así! Ten compasión de mis nervios. Me los estás destrozando.

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