Orgullo y prejuicio

―Kitty no es nada discreta tosiendo ―dijo su padre―. Siempre lo hace en momento inoportuno.

―A mí no me divierte toser ―replicó Kitty quejándose.

―¿Cuándo es tu próximo baile, Lizzy?

―De mañana en quince días.

―Sí, así es ―exclamó la madre―. Y la señora Long no volverá hasta un día antes; así que le será imposible presentarnos al señor Bingley, porque todavía no le conocerá.

―Entonces, señora Bennet, puedes tomarle la delantera a tu amiga y presentárselo tú a ella.

―Imposible, señor Bennet, imposible, cuando yo tampoco le conozco. ¿Por qué te burlas?

―Celebro tu discreción. Una amistad de quince días es verdaderamente muy poco. En realidad, al cabo de sólo dos semanas no se puede saber muy bien qué clase de hombre es. Pero si no nos arriesgamos nosotros, lo harán otros. Al fin y al cabo, la señora Long y sus sobrinas pueden esperar a que se les presente su oportunidad; pero, no obstante, como creerá que es un acto de delicadeza por su parte el declinar la atención, seré yo el que os lo presente.

Las muchachas miraron a su padre fijamente. La señora Bennet se limitó a decir:

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