Orgullo y prejuicio

CAPÍTULO LV

Pocos días después de aquella visita, Bingley volvió a Longbourn, solo. Su amigo se había ido a Londres por la mañana, pero iba a regresar dentro de diez días. Pasó con ellas una hora, y estuvo de excelente humor. La señora Bennet le invitó a comer, Bingley dijo que lo sentía, pero que estaba convidado en otro sitio.

―La próxima vez que venga ―repuso la señora Bennet― espero que tengamos más suerte.

―Tendré mucho gusto ―respondió Bingley. Y añadió que, si se lo permitían, aprovecharía cualquier oportunidad para visitarles.

―¿Puede usted venir mañana?

Bingley dijo que sí, pues no tenía ningún compromiso para el día siguiente.

Llegó tan temprano que ninguna de las señoras estaba vestida, La señora Bennet corrió al cuarto de sus hijas, en bata y a medio peinar, exclamando:

―¡Jane, querida, date prisa y ve abajo! ¡Ha venido el señor Bingley! Es él, sin duda. ¡Ven, Sara! Anda en seguida a ayudar a vestirse a la señorita Jane. No te preocupes del peinado de la señorita Elizabeth.

―Bajaremos en cuanto podamos ―dijo Jane―, pero me parece que Catherine está más adelantada que nosotras, porque subió hace media hora.

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