La barra de los tres golpes

Cuando el Dr. Chedufau terminó de pasar lista y de mira los rostros, pegó con el pie fuertemente en el suelo preguntando: “¿What is this?”. Se contestó él mismo: “This is the Floor”. Luego señalo con la mano la ventada más próxima inquiriendo: “¿What is that?”. Y volvió a contesta: “This is the window”.

Con sonrisa forzada señaló a uno cualquiera y le dijo: “Repeat, please”. El aludido, un gordito de 14 años, tímido, llamado Aulés, más que atónito quedó asustado. Enmudeció; no atinó a abrir la boca.

Al no tener respuesta el Dr. Chedufau prosiguió con ejemplos parecidos y concluyó la hora sin que sus alumnos pudieran salir de su asombro.

Había establecido en sus clases un raro régimen punitivo

Nombraba entre los presentes a un secretario, cuya misión consistia en anotar los castigos y

vigilar su cumplimiento, dando el parte debido.

La conversación en clase o la ausencia se penaban con cincuenta o cien renglones escritos en inglés, que en todos los casos debían presentarse en la clase siguiente. El número mínimo era veinticinco, pero el máximo se desconocía, pues dependía del momento psicológico, de la cara del castigado y del humor de ese instante. El incumplimiento de los renglones a su debido tiempo, traía como consecuencia que se doblara su número o calificaciones de bajas notas, cuando no una suspensión.

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