-Pues lo fue -respondió el caballero-, porque ese don Pedro es mi hermano, y está ahora en nuestro lugar, bueno y rico, casado y con tres hijos.
-Gracias sean dadas a Dios -dijo el cautivo- por tantas mercedes como le hizo; porque no hay en la tierra, conforme mi parecer, contento que se iguale a alcanzar la libertad perdida.
-Y más -replicó el caballero-, que yo sé los sonetos que mi hermano hizo.
-Dígalos, pues, vuestra merced -dijo el cautivo-, que los sabrá decir mejor que yo.
-Que me place -respondió el caballero-; y el de la Goleta decía así: