Las Aventuras de Sherlock Holmes

II

Era una construcción amplia, de aspecto confortable, de dos plantas, con tejado de pizarra y grandes manchas amarillas de liquen en sus muros grises. Sin embargo, las persianas bajadas y las chimeneas sin humo le daban un aspecto desolado, como si aún se sintiera en el edificio el peso de la tragedia. Llamamos a la puerta y la doncella, a petición de Holmes, nos enseñó las botas que su señor llevaba en el momento de su muerte, y también un par de botas del hijo, aunque no las que llevaba puestas entonces. Después de haberlas medido cuidadosamente por siete u ocho puntos diferentes, Holmes pidió que le condujeran al patio, desde donde todos seguimos el tortuoso sendero que llevaba al estanque de Boscombe.








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