El último de los Mohicanos

—Eso haré, y hablando en un inglés que ni el mismísimo rey se avergonzaría de contestar —correspondió el cazador, hablando en el idioma del cual presumía—. Mas no veo nada, ni oigo hombres ni bestias; resulta extraño que un indio comprenda los sonidos hechos por los blancos mejor que uno que, como sus mismos enemigos reconocerán, es de pura raza blanca, ¡aunque haya vivido tanto tiempo entre pieles rojas que podría dar lugar a dudas! ¡Atención! Algo sonó, una rama seca, ahora yo también oigo que los arbustos se mueven… sí, sí, un murmullo que había confundido con el ruido de las cataratas y… pero si ya vienen. ¡Dios les proteja de los iroqueses!











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