El último de los Mohicanos

Capítulo V

En una noche tal

Thisbe pasó aterrado por encima del rocío;

y vio aquí mismo la sombra del león.

El mercader de Venecia.

La repentina fuga de su guía, así como los gritos de sus perseguidores, hizo que Heyward se quedara momentáneamente inmóvil, por efecto de la sorpresa. Acto seguido, recordó la importancia de capturar al fugitivo y apartó las ramas colindantes, avanzando enérgicamente para prestar su ayuda en la persecución. No obstante, antes de que hubiese recorrido apenas unos cien metros, se encontró con los hombres del bosque ya regresando de su infructuoso intento.

—¿Por qué han desistido? —exclamó el joven—. El bribón seguramente estará oculto tras alguno de estos árboles y aún puede ser aprehendido. No estaremos seguros mientras siga en las cercanías.

—¿Puede utilizarse una nube para perseguir al viento? —contestó el explorador, decepcionado—. Oí cómo el demonio pasaba a través de las ramas, igual que una serpiente negra, y logré verle un instante donde aquel gran pino; corrí tras él, pero fue inútil. No estaba muy a tiro, sobre todo si le hubiese disparado alguien que no fuese yo; y creo que sé algo de estas cosas. Mire este zumaque; sus hojas están rojas, ¡aunque todo el mundo sabe que sólo florece de color amarillo en el mes de julio!

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