El último de los Mohicanos

Los hurones se quedaron quietos ante la repentina visita de la muerte para uno de los suyos. Sin embargo, al percatarse de la puntería requerida para intentar alcanzar a un enemigo con tanto riesgo para un amigo, el nombre de La Longue Carabine estuvo en los labios de todos y fue secundado por una especie de aullido de lamento. Este grito tuvo como respuesta otro muy enérgico que procedía de unos matorrales en los cuales el grupo había descuidado sus armas. Al momento siguiente, demasiado ansioso de luchar como para volver a cargar el fusil que había recuperado, pudieron ver cómo Ojo de halcón se les echaba encima, blandiendo su arma a modo de estaca, cortando el aire con los poderosos giros de su brazo. Pero, aunque la acción del explorador fue audaz y rápida, fue superada por la de una forma ligera y vigorosa que había saltado, con una agilidad increíble, hasta el mismo centro del grupo de hurones. En ese lugar, teniendo a Cora detrás de él, permaneció esgrimiendo un tomahawk, a la vez que sostenía un afilado cuchillo con ánimo amenazador. Mientras tanto, con mayor rapidez de la que permitiría la vista humana para seguir tan inesperados movimientos, una imagen armada, ataviada con el disfraz que simboliza la muerte, surcó el aire ante los presentes y adoptó también una postura desafiante al lado de la otra hermana. Los salvajes torturadores se estremecieron con gestos de sorpresa ante los dos aguerridos intrusos, apenas dándoles tiempo de pronunciar, uno tras otro, los bien conocidos y temidos nombres de:

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