El último de los Mohicanos

—¡Son disparos hechos desde el fuerte! —exclamó Ojo de halcón, parándose en seco—. Estábamos dirigiéndonos bosque adentro, como tontos, directamente hacia los cuchillos de los maquas.

Nada más percatarse de su error, el grupo entero rectificó con la mayor de las prisas. Duncan dejó que Uncas ayudara a avanzar a Cora y ésta recibió con alivio su asistencia. Obviamente, los miembros de una tropa furiosa y enardecida les pisaban los talones, amenazándoles con la captura, cuando no con la destrucción.

Point de quartier aux coquins! —gritó uno de los entusiasmados perseguidores, quien parecía estar al mando de las fuerzas enemigas.

—¡Teneos firmes y estad preparados, valientes de la sesenta! —exclamó de pronto una voz que se oía desde arriba—. Esperad hasta poder ver al enemigo, disparad bajo y barred la llanura.

—¡Padre! ¡Padre! —gritaba una desgarrada voz entre la niebla—. ¡Soy yo! ¡Alice! ¡Tu pequeña Alice! ¡Por caridad, salva a tus hijas!

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