—Le mot d’ordre?
—La victoire —dijo el otro, acercándose tanto que se le podÃa oÃr, aunque susurrara.
—C’est bien —contestó el centinela, volviendo a colocar su mosquete al hombro—. Vous vous promenez bien matin, monsieur!
—Il est necessaire d’étre vigilant, mon enfant —apostilló el otro, dejando caer una doblez de su capa y mirándole al soldado cara a cara cuando pasó por su lado, siguiendo su camino hasta la fortificación británica. El hombre se sorprendió; sus brazos adoptando la rigidez del más respetuoso saludo. Cuando adoptó de nuevo la posición de descanso, volvió a su puesto de guardia, murmurando entre dientes:
—Il faut être vigilant, en vérité! Je crois que nous avons là , un caporal qui ne dort jamais!