El último de los Mohicanos

Repitiendo las palabras:

—¿Compañeros que están donde el agua? —añadió—. ¡Eso es lo que se aprenderá en las escuelas de la civilización! Aunque el bellaco sí que tiene piernas largas y no debemos confiarnos. Manténlo bajo las miras de tu fusil, mientras yo le sorprendo desde atrás y le tomo prisionero. No dispare.

Ojo de halcón ya se había adentrado en la maleza cuando Heyward le detuvo apresuradamente con su brazo, preguntándole con preocupación:

—Si veo que está en peligro, ¿no debería disparar?

Ojo de halcón le miró durante un instante, como si no comprendiera la pregunta; luego, asintió con la cabeza y le contestó, aún riéndose para sus adentros:

—Todo lo que quiera, comandante.



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