El último de los Mohicanos

—No puede ser. Los bosques están llenos de caza. Un guerrero no necesita más techo que un cielo sin nubes; y los delaware son enemigos, no amigos, de los yengeese. Nada; la boca ha hablado, pero el corazón se quedó mudo.

Duncan, sin saber de qué modo debía proceder, permaneció callado; pero el explorador, habiendo escuchado cuidadosamente todo lo dicho, dio un paso decidido al frente.

—La razón por la que no respondí a la llamada de La Longue Carabine no fue por miedo ni vergüenza —dijo—, ya que ni lo uno ni lo otro es propio en un hombre honrado. Pero sí rechazo la iniciativa de los mingos de dar un apodo a aquel cuyos amigos le conocen bien en cuanto a sus armas, dado que tal apelativo es una mentira. El «mata-ciervos» tiene el cañón rayado y no liso; por lo tanto, no es una carabina. No obstante, yo soy el hombre que fine bautizado con el nombre de Nathaniel por su familia; llamado Ojo de halcón por los delaware que viven junto al río que les da nombre; y que presuntamente fue nombrado «Fusil Largo» por los iroqueses, aunque no tenían derecho alguno a ello.



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