La psicopatía, por otro lado, aporta la frialdad emocional y la capacidad de actuar sin experimentar culpa o remordimiento. Esto les permite a los manipuladores tomar decisiones difíciles o realizar actos que otros dudarían en ejecutar debido a consideraciones éticas o empatía. La psicopatía se traduce en una aparente calma y seguridad que resulta cautivadora para quienes los rodean, percibiéndolos como figuras confiadas y resilientes. Los individuos con rasgos psicopáticos suelen ser carismáticos y saben adaptarse a las emociones de los demás sin dejar que estas los afecten. Utilizan esta capacidad para presentarse como aliados comprensivos y empáticos, cuando en realidad están usando las emociones ajenas para facilitar su control. Esta insensibilidad hacia el sufrimiento o la vulnerabilidad de los demás les permite actuar sin titubeos y seguir su propósito sin verse afectados por conflictos morales.