El Principito

El principito lo miró y le gustó este farolero que tan fielmente cumplía la consigna. Recordó las puestas de sol que en otro tiempo iba a buscar arrastrando su silla. Quiso ayudar a su amigo.

—¿Sabes? Yo conozco un medio para que descanses cuando quieras…

—Yo quiero descansar siempre —dijo el farolero.

—Se puede ser a la vez fiel y perezoso.

El principito prosiguió:

—Tu planeta es tan pequeño que puedes darle la vuelta en tres zancadas. No tienes que hacer más que caminar muy lentamente para quedar siempre al sol. Cuando quieras descansar, caminarás… y el día durará tanto tiempo como quieras.

—Con eso no adelanto gran cosa —dijo el farolero—, lo que a mí me gusta en la vida es dormir.

—No es una suerte —dijo el principito.

—No, no es una suerte —replicó el farolero—. ¡Buenos días!

Y apagó su farol.

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