El Principito

—¡Ah! ¿Y no hay nadie sobre la Tierra?

—Esto es el desierto. En los desiertos no hay nadie. La Tierra es muy grande —dijo la serpiente.

El principito se sentó en una piedra y elevó los ojos al cielo.

—Yo me pregunto —dijo— si las estrellas están encendidas para que cada cual pueda un día encontrar la suya. Mira mi planeta; está precisamente encima de nosotros… Pero… ¡qué lejos está!

—Es muy bella —dijo la serpiente—. ¿Y qué vienes tú a hacer aquí?

—Tengo problemas con una flor —dijo el principito.

—¡Ah!

Y se callaron.

—¿Dónde están los hombres? —prosiguió por fin el principito—. Se está un poco solo en el desierto…

—También se está solo donde los hombres —afirmó la serpiente.

El principito la miró largo rato y le dijo:

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—Eres un bicho raro, delgado como un dedo…

—Pero soy más poderoso que el dedo de un rey —le interrumpió la serpiente.

El principito sonrió:

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