Robinson Crusoe

Pasé, pues, un tiempo en buscar sitio adecuado en los lugares más remotos de la isla y por fin di con uno que reunía todas las condiciones que podía desear. Era una porción de tierra húmeda, en medio del profundo y espeso bosque donde, como ya he contado, me perdí una vez cuando trataba de volver del lado oriental de la isla. Eran unos tres acres, tan rodeados de bosque que parecía provisto de cerco por la misma naturaleza. Gracias a eso la tarea de hacer el vallado no sería tan fatigosa como en los otros lugares elegidos anteriormente por mí.

Inmediatamente me puse a trabajar, y en menos de un mes lo había cercado de tal manera que mis cabras, que eran mucho menos salvajes de lo que podría imaginarse, estuvieron en lugar seguro. Llevé ahí diez cabras jóvenes y dos machos cabríos, sin querer perder más tiempo, y cuando los tuve allí me dediqué a perfeccionar el vallado hasta que quedó tan seguro como el otro, el cual había sido levantado con menos prisa y empleando mucho más tiempo.





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