Robinson Crusoe

Entonces señalé a Viernes los restos del bote que había naufragado mientras estábamos a su bordo y que en vano había tratado yo de mover del sitio en que encallara; ahora aparecía destruido y deshecho. Al verlo, Viernes se quedó silencioso y permaneció largo rato pensativo. Le pregunté en qué estaba meditando, y por fin me dijo:

Al verlo, Viernes se quedó silencioso y permaneció largo rato pensativo.

—Yo ver bote igual ese llegar a mi nación.

Al principio no le entendí, pero después de interrogarlo mucho supe que un bote semejante al mío había arribado a las costas caribes; de acuerdo con sus referencias, la violencia de un temporal lo precipitó a tierra. Imaginé de inmediato que algún barco europeo se habría estrellado cerca y que el bote, soltándose, había llegado solo y vacío a la costa; pero tan ocupado estaba en estos pensamientos que no cruzó por mi mente la idea de que algunos tripulantes podían haberse salvado de la catástrofe, y menos aún su procedencia, de manera que sólo pedí a Viernes detalles sobre el bote.

Lo describió lo mejor posible, pero pronto me llamó a la realidad al decirme con bastante entusiasmo:

—Nosotros salvar hombres blancos de ahogarse.

—¿Entonces había hombres blancos en el bote? —me apresuré a preguntar.

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