Oliver Twist

Al mismo tiempo que así hablaba llevó la mano a la gorra y sonrió estúpidamente, abrigando a no dudar la esperanza de que el caballero premiaría con alguna propina su heroicidad. Llevóse un chasco. El anciano le miró con expresión de disgusto y tendió alrededor miradas inquietas, como si buscara manera de escapar de aquellas turbas, lo que probablemente habría hecho dando así ocasión a una nueva caza, de no haberse presentado en aquel punto un agente de policía, últimas personas que por regla general llegan en casos semejantes, y agarrando por el cuello a Oliver.

—¡Arriba! —dijo con aspereza.

—¡No fui yo, señor! ¡Fueron otros dos muchachos, lo juro! —exclamó Oliver, retorciéndose las manos con desesperación y mirando alrededor—. Deben estar por aquí…

—¡No, hombre, no! ¡No los busques! —replicó el policía, quien creyendo chancearse, decía la verdad, pues tanto el Truhán como Bates habían dado esquinazo a las turbas en la ocasión primera que se les deparó—. ¡Vaya! ¡Arriba, he dicho!

—¡No le trate usted con severidad! —exclamó el compasivo caballero.

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