Oliver Twist

Capítulo XLVII

Consecuencias fatales

Serían sobre dos horas antes del crepúsculo matutino… esa hora que en otoño puede con toda propiedad llamarse el corazón de la noche, cuando las calles están desiertas y silenciosas, cuando el sonido parece dormido en profundo sueño, cuando el desenfreno y la borrachera se han recogido con paso vacilante para soñar en el fondo de las casas. En esa hora tranquila y silenciosa velaba el judío encerrado en su repugnante buhonera, con el rostro tan pálido y contraído, tan inyectados en sangre los ojos, que más bien que ejemplar de la raza humana, parecía espantoso fantasma escapado de la tumba y perseguido por los espíritus de las tinieblas.

Hallábase sentado, acurrucado sobre el frío suelo, arrebujado en un cubrecama viejo y hecho jirones, vuelta la cara hacia una vela consumida colocada sobre una mesa a su lado. Tenía la mano derecha pegada a los labios y, mientras abstraído y meditando, seguramente maldades, mordía sus largas y negras uñas, dejaba ver, en las tenebrosidades de su hedionda boca sin dientes, unos cuantos colmillos largos y cortantes que muy bien hubieran podido pasar por defensas de perro de presa o de tigre.

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