Tiempos difíciles

El mequetrefe tuvo otra pesadilla, durante la cual le pareció que un camarero lo conducía por entre la niebla, y que ésta, después de pasar él algunos apuros y dificultades, se convertía en la calle principal, en la que se viren pie y solo. Pudo caminar con bastante soltura hasta su casa, aunque le parecía estar aún bajo la impresión de la presencia y de la influencia de su nuevo amigo..., como si éste se hallase descansando no lejos de él en el aire, con su negligente actitud y mirándole con la misma mirada de antes.

El mequetrefe entró en casa y se metió en la cama. Si hubiese tenido la menor idea de lo que acababa de hacer aquella noche, y hubiese sido menos mequetrefe y más hermano, quizá se habría echado en seguida a la calle, se habría dirigido hasta la orilla del río maloliente teñido de negro y se habría acostado de una vez y para siempre dentro de él, cubriéndose la cabeza definitivamente con sus hediondas aguas.





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