Tiempos difíciles

Al verlo en aquella posición, buscando la manera de apagar el fuego de su rostro con el trago de agua, la comparación entre el orador y la multitud de caras vueltas hacia él con gran atención resultaba muy desventajosa para el hombre de la plataforma. A juzgar por los rasgos exteriores que ofrecía la Naturaleza, aquel hombre no sobresalía de la masa sino en la medida exacta en que sobresalía la plataforma en la que estaba encaramado. En otros muchos aspectos se hallaba fundamentalmente a una altura más baja que sus oyentes. Era menos honrado, menos valeroso, y poseía menor sentido del humorismo que ellos; la sencillez del auditorio era en el orador astucia, y el buen sentido de aquél era en éste pasión. Mal conformado, alto de hombros, cejijunto y con la fisonomía agriada por una expresión habitualmente antipática, formaba contraste desfavorable hasta en la mezcla que se observaba en sus vestidos con aquel gran conjunto de sus oyentes, que llevaban ropas sencillas de trabajo. Siempre resulta extraordinario el espectáculo de cualquier asamblea en el momento de entregarse sumisa a la inanidad de alguna persona complaciente, ya sea aristócrata, ya sea hombre vulgar al que las tres cuartas partes delos concurrentes no podrían, por ningún medio humano, levantar desde el barro de su vaciedad hasta el propio nivel intelectual; pero aún más extraordinario resultaba, y era mucho más doloroso, el ver aquella multitud de rostros serios, de cuya honradez fundamental no podría dudar el observador más competente y libre de prejuicios, agitados por un guía semejante.

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