Tiempos difíciles

 

CAPITULO VI

EL ALEJAMIENTO 

Era ya oscurecido cuando Esteban salió de la casa del señor Bounderby. Las sombras de la noche se habían apretado tanto, que aquél no miró a su alrededor después de cerrar la puerta, sino que echó a caminar, sin más, calle adelante. Nada estaba más alejado de sus pensamientos en aquel instante que la curiosa viejecita con la que había trabado conversación en su anterior visita a la misma casa; pero, al darse media vuelta, porque había oído unos pasos que le eran conocidos, la vio acompañada de Raquel. Fue a ésta a la que vio primero, porque sólo sus pasos había oído.

-¡Raquel, amor mío... ! ¿Vos con ella, señora? La anciana contestó:

-Ya lo veis; aquí estoy de nuevo, y no me extraña nada que os sorprenda el verme.

-Pero ¿cómo es posible que os encuentre en compañía de Raquel? -exclamó Esteban, caminando entre las dos y amoldándose a su paso, mirando tan pronto a una como a otra de las dos mujeres.

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