EL ALEJAMIENTO
Era ya oscurecido cuando Esteban salió de la casa del señor Bounderby. Las sombras de la noche se habían apretado tanto, que aquél no miró a su alrededor después de cerrar la puerta, sino que echó a caminar, sin más, calle adelante. Nada estaba más alejado de sus pensamientos en aquel instante que la curiosa viejecita con la que había trabado conversación en su anterior visita a la misma casa; pero, al darse media vuelta, porque había oído unos pasos que le eran conocidos, la vio acompañada de Raquel. Fue a ésta a la que vio primero, porque sólo sus pasos había oído.
-¡Raquel, amor mío... ! ¿Vos con ella, señora? La anciana contestó:
-Ya lo veis; aquí estoy de nuevo, y no me extraña nada que os sorprenda el verme.
-Pero ¿cómo es posible que os encuentre en compañía de Raquel? -exclamó Esteban, caminando entre las dos y amoldándose a su paso, mirando tan pronto a una como a otra de las dos mujeres.