Tiempos difíciles

Rondaba en el alma de Luisa un temor confuso y difuso, que ella se abstenía de manifestar y que envolvía al desgarbado y desagradecido muchacho en un terrible misterio. Era la misma ominosa posibilidad que se había presentado a la imaginación de Cecilia aquel mismo día cuando Raquel le habló de alguien que quedaría en evidencia cuando Esteban regresase y que había sacado a éste de su camino. Luisa no había hablado jamás de que abrigase ninguna sospecha sobre su hermano en relación con el robo, y ella y Cecilia no se habían hecho nunca confidencias al respecto, salvo en la mirada que cruzaron entre ellas cuando el padre, desconocedor de todo, descansó su cabeza en la mano; era un secreto común a las dos y ambas lo sabían. Pero este otro temor era tan espantoso que se cernía alrededor de las dos jóvenes lo mismo que una sombra fantasmal, sin que ninguna de ellas se atreviese a pensar en que la tenía cerca de sí misma, y aún menos que estuviese cerca de la otra.

Y, entretanto, el mequetrefe seguía animado del mismo forzado brío de que se había revestido. Si Esteban Blackpool no era el ladrón, que se presentase. ¿Qué hacía que no se presentaba?

Otra noche. Otro día y otra noche. Y Esteban Blackpool sin aparecer. ¿Dónde estaba aquel hombre y por qué no regresaba?

eXTReMe Tracker