Tiempos difíciles

CAPITULO VI

LA LUZ DE UNA ESTRELLA 

El domingo siguiente, un luminoso domingo de otoño, claro y fresco, se reunieron por la mañana temprano Cecí y Raquel para salir a dar un paseo por el campo.

Como las cenizas que despide Coketown no caen solamente sobre su propia cabeza, sino también sobre la zona que la rodea..., al estilo de ciertas personas piadosas que hacen penitencia de sus pecados obligando a los demás a vestirse de arpillera..., era costumbre entre los que de cuando en cuando sentían la necesidad de saturarse de aire puro, costumbre que no es precisamente la más pecaminosa entre las vanidades de la vida, el alejarse en tren algunos kilómetros de la ciudad y empezar allí su paseo, si no preferían tumbarse a descansar en los campos. Cecí y Raquel salieron fuera de la zona de humo valiéndose de los medios corrientes, y el tren las dejó en una estación situada a la mitad del camino entre Coketown y la finca de descanso del señor Bounderby.


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