Tiempos difíciles

CAPITULO IX

FINAL

Cuando se está con un fanfarrón vanidoso, resulta un peligro descubrir antes que él nada de lo que hay en la esfera de su vida. El señor Bounderby tuvo la sensación de que la señora Sparsit habíasele adelantado audazmente, y de que presumía de ser más inteligente que él. Y como su indignación por el triunfal descubrimiento de la señora Pegler, hecho por ella, no admitía apaciguamientos, estuvo dando vueltas y más vueltas en su cabeza a esa pretensión de una mujer que se encontraba con respecto a él en situación de dependencia; hasta que a fuerza de rodar, la idea adquirió el volumen de una gran bola de nieve. Hizo por último el descubrimiento de que el despedir a aquella señora de familia encopetada..., el poder decir: «Era una mujer de abolengo, por nada del mundo quería separarse de mí, pero yo no la pude aguantar y me desembaracé de ella...», le proporcionaría la gloria máxima que podía sacar de aquellas relaciones, dándole al propio tiempo la oportunidad de castigar a la señora Sparsit según se lo tenía merecido.

Poseído más que nunca de esta magnífica idea, acudió el señor Bounderby a almorzar, sentándose a la mesa en el comedor de otros tiempos, aquel en que estaba su retrato. La señora Sparsit tomó asiento junto al fuego con el pie en el estribo de algodón, muy ajena a pensar hacia dónde la llevaba su caballo.

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