Tiempos difíciles

 

CAPITULO VIII

NO HAY QUE ASOMBRARSE NUNCA

Demos otra vez la tónica antes de proseguir la canción.

Cierto día Luisa, que tenía entonces seis años menos, empezó una conversación con su hermano con estas palabras:

-Tom, me asombra...

Alguien la oyó, y ese alguien era el señor Gradgrind, que surgió a la luz, y le dijo:

-Luisa, no hay que asombrarse nunca.

En esta frase estaba todo el resorte del arte mecánico, del secreto de educar la razón, sin rebajarse a cultivar los sentimientos y los afectos. No asombrarse nunca. Arreglar todas las cosas echando mano, según los casos, de la adición, la sustracción, la multiplicación y la división, y no asombrarse. «Traedme -dice M'choakumchild a aquel niño que apenas empieza a andar, y respondo de que jamás se asombrará.»

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