Crimen y Castigo

Capítulo 2

 

No es fácil explicar cómo había nacido en el trastornado cerebro de Catalina Ivanovna la idea insensata de aquella comida. En ella había invertido la mitad del dinero que le había entregado Raskolnikof para el entierro de Marmeladof. Tal vez se creía obligada a honrar convenientemente la memoria del difunto, a fin de demostrar a todos los inquilinos, y sobre todo a Amalia Ivanovna, que él valía tanto como ellos, si no más, y que ninguno tenía derecho a adoptar un aire de superioridad al compararse con él. Acaso aquel proceder obedecía a ese orgullo que en determinadas circunstancias, y especialmente en las ceremonias públicas ineludibles para todas las clases sociales, impulsa a los pobres a realizar un supremo esfuerzo y sacrificar sus últimos recursos solamente para hacer las cosas tan bien como los demás y no dar pábulo a comadreos.





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