Pavel Pavlovich quiere casarse
Al mismo tiempo que contestaba «buenas noches» quedó sorprendido Veltchaninov de lo que experimentaba. Le parecía extraño ver ahora a este hombre sin la menor cólera, sintiendo hacía él algo distinto, como una veleidad de otros sentimientos.
—¡Hermosa noche! —dijo Pavel Pavlovich, mirándole bien en los ojos.
—¿Pero ¿no se había marchado usted? —repuso Veltchaninov, más en tono de reflexión que de pregunta, y sin detenerse.
—Ha habido dificultades; pero al fin he conseguido el destino con aumento de sueldo. Seguramente me iré mañana.
—¿Que ha conseguido usted el destino? —dijo Veltchaninov, esta vez ya preguntando.
—¿Y por qué no? —replicó Pavel Pavlovich con una mueca.
—¡Oh!, por nada; lo decía por decir… —se excusó Veltchaninov frunciendo el entrecejo y mirando de soslayo a Pavel Pavlovich.
Quedó vivamente sorprendido al observar que el traje, el sombrero con su gasa negra y todo el exterior de Trusotskii eran incomparablemente más decentes que dos semanas antes. «Pero; a qué demonio se encontraba en esa taberna?», pensó.