Los hermanos Karamazov

—Vengo de Vichegoria, padre mío.

—Has recorrido casi dos leguas con tu hijito en brazos. ¿Qué quieres?

—He venido a verte. Pero no es la primera vez que vengo, ¿lo has olvidado?

Poca memoria tienes si no te acuerdas de mí. Oí decir que estabas enfermo y entonces decidí venir a verte. Y ahora veo que no tienes nada. Vivirás todavía veinte años: estoy segura. Tú no puedes ponerte enfermo, habiendo tanta gente que ruega por ti.

—Gracias de todo corazón, querida.

—Ahora voy a pedirte un favor. Toma estos sesenta copecs y dalos a otro que sea más pobre que yo. Por el camino venía pensando: «Lo mejor será entregarlos a él, pues él sabrá a quién debe darlos.»

—Gracias, gracias, querida. Haré lo que deseas. Me gusta tu modo de ser. ¿Es una niña lo que llevas en brazos?

—Sí, una niña, padre mío. Se llama Elisabeth.

—Que el Señor os bendiga a las dos, a ti y a tu Elisabeth. Has alegrado mi corazón... Adiós, queridas hijas mías.

Las bendijo a todas y les hizo una profunda reverencia.

CAPITULO IV

eXTReMe Tracker