Los hermanos Karamazov

UN SOFISTA

—No es solamente el conjunto de los hechos lo que abruma a mi cliente, señores del jurado; lo que más le perjudica es el hechc de que la víctima sea su padre. Si se tratara de un crimen corriente, ustedes, dada la duda que se cierne sobre este asunto cuando consideramos los hechos aisladamente, no mantendrían una actitud acusadora o, por lo menos, vacilarían en condenar a un hombre exclusivamente porque ocupe, con sobrados motivos, por cierto, el banquillo de los acusados. Pero estamos en presencia de un parricida. Esta palabra impone de tal modo, que fortalece, incluso en el ánimo más objetivo, los puntos fundamentales de la acusación. ¿Cómo perdonar a un hombre de un crimen tan horrendo? Si fuera verdaderamente culpable y quedara sin castigo... Éste es el sentimiento instintivo de todos. En verdad, es algo espantoso matar a un padre, al hombre que nos ha engendrado y amado, que no ha rehuido ningún sacrificio por nosotros, que nos ha atendido con angustia en las enfermedades de nuestra infancia, que ha sufridc para darnos la felicidad y sólo ha vivido para nuestras alegrías y nuestros éxitos. No, no se concibe que se pueda asesinar a un padre así.


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