Los hermanos Karamazov

EL JURADO SE MANTIENE FIRME

Así terminó Fetiukovitch su discurso. El entusiasmo de sus oyentes no tuvo límites. No había que pensar en reprimirlo. Las mujeres lloraban; también derramaban lágrimas algunos hombres, entre ellos los dignatarios. El presidente se resignó y esperó unos momentos para hacer sonar la campanilla. Ante esta actitud, una de las damas comentó:

—Interrumpir esta explosión de entusiasmo habría sido una profanación.

Incluso el orador estaba sinceramente emocionado.

Entonces se levantó Hipólito Kirillovitch para replicar. Se concentraron en él miradas de odio.

—¿Cómo se atreve a contestar? —murmuraron las damas.

Pero ni estos rumores ni los de todas las damas del mundo, sin excluir a su esposa, habrían podido contener al fiscal. Estaba pálido y temblaba de emoción.

Sus primeras palabras fueron incomprensibles. Jadeaba, se le trababa la lengua, no conseguía expresarse con claridad. Pero este segundo discurso fue breve. Me limitaré a citar algunos de sus párrafos.

—...Se me acusa de que en mi discurso hay mucho de novela; ¿pero acaso no peca de lo mismo el informe del abogado defensor? Sólo le ha faltado hablar en verso. Fiodor Pavlovitch, mientras espera a su amada, rasga el sobre y lo arroja al suelo. La defensa incluso cita las palabras que el viejo pronuncia en este momento.

eXTReMe Tracker